CARTA DEL PADRE ENRIQUE MORA, DIRECTOR ESPIRITUAL DE LA HERMANDAD
Queridos hermanos míos.
Mi primera palabra quiere ser de saludo y abrazo a todos, pero sobre todo, a los que peor lo estén pasando.
Seguro que todos pensamos lo mismo, esto es, que ni en nuestros peores vaticinios hubiésemos imaginado una situación como la que estamos viviendo. El miedo y la incertidumbre, sin duda, campan a sus anchas, como es normal y lógico. Todas o muchas de nuestras seguridades, comenzando por la de la salud, están en tela de juicio. Todos tenemos, dentro de este ambiente general, preocupaciones acuciantes: familiares, negocios, futuro...
Ahora, sin embargo, no podemos caer en la desesperación y perder la fe en el que se despojó de su rango para la salvación de todos. Esta cuaresma se ha convertido en cuarentena y ahora más que nunca anhelamos la Pascua florida que nos traiga la redención.
Os animo y me animo a ayunar de malas energías, esas que, en tiempos de soberbia, nos han podido hacer perder el norte en todos los campos de la vida... incluido el de la Hermandad. Aprovechemos la ocasión. Hagamos de la necesidad virtud.
Os invito y me invito a la oración. Una oración profunda, no mágica ni milagrera. Aquella que me permita confiar sin pedirle a Dios pruebas, sin tentar a Dios. Pidamos a Dios con fe y con insistencia, pero digamos con Jesús en nuestro Getsemaní: Padre, pase de mi este cáliz, pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres.
Os exhorto y me exhorto a la limosna. Sí, a la solidaridad. Una solidaridad que comienza con mi responsabilidad de cumplir mi deber social y que prosigue en la de ayudar, en lo posible, a los que más nos necesiten.
Hermanos, confiemos. Pronto aquí en el convento, en San Sebastián ante nuestros Sagrados Titulares, en la casa o en el local de Hermandad daremos gloria a Dios y nos abrazaremos con más gozo que nunca. En Dios ponemos nuestra esperanza.
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