¡Mírame, mi buen Señor Despojado!

Te ruego que imprimas en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, verdadero dolor de mis pecados y propósito firme de enmendarme; mientras que yo, con todo el amor y la compasión de mi alma, voy considerando vuestro humillante despojo por mi salvación.

Escucha mis súplicas y ten piedad de mí, que soy un pobre pecador.

Amén.

¡Bajo tu amparo me pongo, dulce Señora de la Caridad y Consuelo!

Me arrojo confiado a tu Merced y misericordia. Te encomiendo mi alma y mi cuerpo para que los guardes hasta el día de mi muerte. Ayúdame a no perder la fe.

En tus manos pongo mis esperanzas y consuelos, mis penas y miserias y el curso y fin de mi vida, para que, con tu intercesión, todas mis obras sean según tu voluntad y la de tu Hijo.

Amén.